"Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste, cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lluvioso, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda."
Hoy he madrugado. Apenas salían los primeros rayos de sol, cuando andaba paseando mi sombra, entre muelles en penumbra, oliendo a sal, a estachas empapadas, a fuel, y a fogones de madrugada. Como un niño tras el flautista de Hamelin he ido siguiendo el rastro de un agradable olor a pescadito frito, el bar era diminuto como el sollado de una barca de pesca, no hacía falta ser adivino para averiguar el oficio de la clientela, ojos tristes, caras sembradas de cien mil surcos curtidas al sol y a la sal, manos toscas y fuertes, ...y los labios, en la barra desbocados y en las mesas lánguidos y taciturnos. El camarero, con su parquedad en palabras y en sus movimientos, mas parecía un contramaestre irlandés manejando el aparejo, que un gaditano-catalán manejando botellas, vasos y platos.
Durante unas horas, he estado entre mi gente, gentes de mar varados en tierra, unos por unas horas, otros ya para siempre. Hacerse a la mar como sugería Melville, ya es cosa del pasado, ahora solo es cuestión de ir alimentándose de mar de vez en cuando...
Escrito por:
cucdellum (2005)
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