La ciudad de Cádiz (España) estaba sitiada por los franceses al igual que el resto del territorio nacional. Corría el año 1808 y el emperador galo Napoleón quería imponer a los españoles a su hermano José.
Por aquel entonces el único medio de comunicación entre los ciudadanos era escuchar a los ciegos, que entre romances y leyendas, contaban a quien quería escucharles lo último acontecido en cada ciudad.
Había un diputado (y también poeta) a Cortes llamado Juan Nicasio Gallego (1777-1853) que se dio cuenta que los ciegos únicamente contaban victorias, no mencionando nunca las derrotas españolas (que alguna había). Así que un día se acercó a uno de ellos y le preguntó si es que los franceses no ganaban nunca ninguna batalla.
El ciego le respondió:
- Sí señor, pero esas noticias las dan los ciegos de Francia.
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Por aquel entonces el único medio de comunicación entre los ciudadanos era escuchar a los ciegos, que entre romances y leyendas, contaban a quien quería escucharles lo último acontecido en cada ciudad.
Había un diputado (y también poeta) a Cortes llamado Juan Nicasio Gallego (1777-1853) que se dio cuenta que los ciegos únicamente contaban victorias, no mencionando nunca las derrotas españolas (que alguna había). Así que un día se acercó a uno de ellos y le preguntó si es que los franceses no ganaban nunca ninguna batalla.
El ciego le respondió:
- Sí señor, pero esas noticias las dan los ciegos de Francia.