La ridícula idea de no volver a verte
Tal como éramos
"Las mujeres nacidas entre los años cincuenta y los primeros sesenta bien podríamos defendernos en la vida si conocíamos las cuatro reglas, sabíamos leer y escribir y, sobre todo, obedecíamos las normas de nuestros mayores. A fin de cuentas, para el destino de madres y esposas que nos esperaba, con eso teníamos más que suficiente. Sin embargo, íbamos a ser precisamente aquellas niñas "tan buenas y obedientes" las que acabaríamos por asaltar la Universidad y el mercado laboral, educaríamos a nuestras hijas de forma muy diferente a la recibida y conformaríamos un nuevo tipo de mujer".
"Lentamente la situación fue cambiando. Mediados los sesenta, llegaron desde Europa aires de revolución en forma de minifalda o revueltas estudiantiles y, pese al férreo control de la censura, aquellas niñas captaron el mensaje. A principios de los setenta llegaron nuevos cambios: viajes al extranjero, aprender idiomas, e incluso, la Universidad".
"El camino fue largo y difícil. A quienes lo recorrieron deben las mujeres del siglo XXI su actual estatus y es bueno que conozcan cómo fue la niñez y adolescencia de sus madres o abuelas".
Esperando...
Es desconcertante enfrentarse a un estado de ánimo tan bajo que casi es imposible respirar cuando hace apenas unas horas estaba boyante y llena de energía. El cuerpo humano... o la mente, qué sé yo, nos juega estas malas pasadas y, en esos momentos, sólo apetece la soledad y el silencio. Pero casi nadie nos entiende. Casi nadie que no haya pasado por eso mismo es capaz de entender que de nada valen las palabras de ánimo y que simplemente hay que dejar pasar esa ola que nos inunda por completo y que en su retroceso hasta es posible que nos deje un cierto bienestar.
Y lo peor está aún por llegar. Lo peor viene acompañado de la noche que se nos presenta preñada de presentimientos negros, de ausencias, de desamores y que se nos hace eterna, eterna... y vamos viendo cómo se van desgranando las horas y los minutos como lluvia en los cristales resbalando lentamente o con impúdica fuerza mientras golpea nuestros corazones.
En esos momentos llamamos a gritos al alba que casi nunca responde cuando desearíamos su presencia con inmensos ramos de rosas blancas, con música acariciadora y suave, con palabras de aliento o caricias reparadoras y amables.
Mientras, la noche se va preparando para ese parto de amor, y va alumbrando amaneceres que disipa la tristeza, la soledad, el dolor. Y al fin llega el momento y nace un nuevo día de piel tersa y aterciopelada que nos llena de terura y alegría... o no. Porque a veces, esa sensación se alarga en sucesivas noches de eternos y complicados partos. Pero, casi siempre... o siempre... la paz renace con nosotros y vuelve a salir el sol de un nuevo y radiante día.
Mientras, conservaremos la esperanza de ese momento... que llegará, sin duda... aunque tarde tanto que su espera sea un eterno tormento.
23 enero 2005
laluna
Alimentándome de mar
"Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste, cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lluvioso, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda."
Hoy he madrugado. Apenas salían los primeros rayos de sol, cuando andaba paseando mi sombra, entre muelles en penumbra, oliendo a sal, a estachas empapadas, a fuel, y a fogones de madrugada. Como un niño tras el flautista de Hamelin he ido siguiendo el rastro de un agradable olor a pescadito frito, el bar era diminuto como el sollado de una barca de pesca, no hacía falta ser adivino para averiguar el oficio de la clientela, ojos tristes, caras sembradas de cien mil surcos curtidas al sol y a la sal, manos toscas y fuertes, ...y los labios, en la barra desbocados y en las mesas lánguidos y taciturnos. El camarero, con su parquedad en palabras y en sus movimientos, mas parecía un contramaestre irlandés manejando el aparejo, que un gaditano-catalán manejando botellas, vasos y platos.
Durante unas horas, he estado entre mi gente, gentes de mar varados en tierra, unos por unas horas, otros ya para siempre. Hacerse a la mar como sugería Melville, ya es cosa del pasado, ahora solo es cuestión de ir alimentándose de mar de vez en cuando...
Escrito por:
cucdellum (2005)
Mussi
Un suave ronroneo cerca de mí hizo que, por unos instantes, interrumpiese el relato que estaba escribiendo. A los pies de mi cama, sobre una de mis zapatillas, de la que hacía ya un buen rato se había apropiado, dormitaba, algo inquieta mi gatita Mussi.
La miré sonriendo. Era algo curioso. En cuanto me ponía a escribir, ella acudía a mi lado y...esperaba, atenta a mis pies. Tengo la costumbre (y ella lo sabe) de escribir echada en mi cama, apoyada la cara en mi mano izquierda y acompañando el sentido de mi escrito con el balanceo de los pies. Y Mussi...lo sabe. Y espera.
Espera...a que en uno de esos movimientos se me salga una zapatilla...y caiga al suelo. ¡Es su momento! Se abalanza sobre ella, como si estuviese acechando a un ratón, la atrapa entre sus patitas y apoyando su cabeza sobre la zapatilla...se queda dormida. Yo, a veces, la hago esperar y esperar, riéndome para mis adentros, por ver si se cansa y cambia de actitud, pero...nada. Mussi se mantiene allí, firme...hasta que la zapatilla cae y es cazada casi al vuelo.
Pero, esta tarde...algo o "alguien" la está fastidiando, porque escucho su enfado y su nerviosismo. Una mosca, que ni idea tengo de dónde habrá podido salir, pretende jugar a la comba con sus bigotes. No sé cómo terminará el juego. De momento, la mosca lleva dos puntos en su haber que indican que se está pasando de lista. Y temo que pronto finalizará el juego.
No sabe esta mosca a quién tiene de adversaria. ¡Yaaaa! Era de suponer. Un pequeño bufido es el colofón a esta "cruenta" batalla. La mosca ha sucumbido y veo un pequeño punto negro en el suelo que aún se agita ligeramente.
K.O. en tres asaltos. Mi zapatilla y Mussi, vuelven a su reposo. Yo...a mi escritura.....
(No tengo la fecha de cuándo lo escribió... pero sí de cuando yo se lo copié, colocándole en uno de mis antiguos blogs: 12 de mayo del 2009).
Jaén, la tierra de mi padre
La tierra de mi padre no tiene un mar azul, es verde y muy grande, yo diría inmenso. Hay zonas que es imposible ver donde acaba su verde y empieza otro color. Tiene barcos llenos de un fruto exquisito.
Se ha cobrado muchas, muchas vidas. Generación tras generación han dejado su sudor en ese mar verde. Sus gentes son curtidas, muy serios, rallando con un entrecejo caído. Porque eso tiene el campo, no entiende de bromas, sólo trabajo y sudor.
No nací en Andalucía pero mi padre sí y nos contagió a todos los hijos del calor cuando más frío hace en su tierra. El olor es... espectacular, te sacia tanto que la primera vez te puede producir un cierto "rechazo"; pero luego cuando vas conviviendo con el campo, con sus gentes, lo recuerdas y te rindes ante él. Tanto tiempo sin ir a Jaén, más de un año y me produce ahora mismo al haberos leido sobre Andalucía un gesto de morriña y gratos recuerdos de cuando era niña y los ví por primera vez.
Mi padre me llevó por un campo lleno de olivos, estuvimos toda la mañana. Al día siguiente me llevó por la tarde porque decía que el campo hay que conocerlo en las distintas horas del día. Volvimos a casa ya de noche y exuberante y pletórica le conté a mi madre todo lo que había visto y que las cositas de los árboles, las aceitunas, esas eran muy amargas. Aquel día, nunca lo olvidaré
No soy de Jaén pero la siento como si lo fuera y no menosprecio a la tierra donde nací, sólo que mi padre sí es de Jaén.
Escrito por:
Makalu (año 2006)
Los vikingos
¿Eran asesinos a sueldo?.
Los vikingos estaban considerados por el resto de civilizaciones y pueblos como los guerreros más feroces de su tiempo. Por este motivo, los reinos vecinos solían contratarlos en calidad de mercenarios. Su fama llegaba hasta tal punto que hasta se tienen datos de que, cada verano, numerosas formaciones de vikingos salían de Escandinavia ofreciendo sus servicios al mejor postor.
Una de las castas guerreras más feroces y temidas era la de los Berserker. Hoy en día, los estudios barajan la posibilidad de que su agresividad no fuera aprendida, sino heredada. Se cree que podría tratarse de un grupo de perturbados que, por herencia genética, habrían desarrollado diversos tipos de paranoia e, incluso, epilepsia. Estas alteraciones les provocaban ataques y convulsiones cuando entraban en combate, lo que les hacía mucho más temibles y violentos.
Escrito por:
Jardín (año 2005)