En 1830 un ciudadano francés llamado Thimmonnier, sastre de profesión, inventó un artilugio de madera que se accionaba mediante un pedal. Con un poco de maña se conseguían coser hasta doscientas puntadas por minuto.
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Fue tal el éxito de dicha máquina que un buen día Thimmonnier se la llevó a su propio taller; a los pocos días el lugar sufrió un aparatoso incendio que además del taller, quemó también la que está considerada la primera máquina de coser. Los causantes del incendio (los propios empleados) alegaron que habían visto peligrar sus trabajos ante aquella "endiablada máquina".
En 1845 el norteamericano Elias Howe (1819-1867) construyó una nueva máquina. En ella la aguja se movía de forma horizontal y la tela iba colocada en vertical. Esta fue la que la empresa Singer, en 1851, empezó a distribuirla en serie.
En 1845 el norteamericano Elias Howe (1819-1867) construyó una nueva máquina. En ella la aguja se movía de forma horizontal y la tela iba colocada en vertical. Esta fue la que la empresa Singer, en 1851, empezó a distribuirla en serie.