En los antiguos tratados de cocina se cita al azumbre como a una medida de vino, que era diaria y por persona, que se tomaba repartida entre la comida, la merienda y la cena.
Ocho azumbres equivalían a una arroba, una cántara o 32 cuartillas.
En esos mismos libros se aconsejaba no sobrepasar el medio azumbre (lo que actualmente es una pinta) porque si no se atraería a los demonios de la cabeza. El medio azumbre equivalía a un litro escaso de vino.
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