Dos dioses, Izanagi e Izanami, recibieron el encargo de crear las islas. Esta labor la llevaron a cabo colocándose de pie en el Puente Flotante celestial, para bajar sobre el océano la Lanza de Piedras Preciosas y removerlo con ella. Batieron fuertemente las aguas saladas y, cuando levantaron la lanza de nuevo, la salmuera que goteó de su punta se amontonó y se convirtió en una isla.
Después, Izanagi e Izanami bajaron del cielo, se casaron en la isla y erigieron en ella un pilara celeste y un espacioso palacio.
Al descubrir que sus cuerpos eran diferentes, Izanagi le preguntó a su esposa Izanami si querría engendrar la tierra. Y, cuando ella accedió, le sugirió: "Pues, entonces, pongámonos tú y yo a dar vueltas alrededor de este pilar celeste, y unámonos cuando nos encontremos".
Tras varios fracasos, comenzaron a tener hijos, que son las islas del archipiélago japonés.
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