Constantinopla era lo que hoy es Estambul (Turquía).
Macedonio era el patriarca de la ciudad, y había admitido la divinidad del Hijo de Dios aprobada en el primer Concilio de Nicea, negaba la misma categoría para el Espíritu Santo. Por eso se había convocado el de Constantinopla: para atajar el problema de los partidarios de Macedonio (los macedonios) y dejar claro para los fieles que no había diferencias entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
También en este Concilio se proclamó que los tres eran uno; que el pecado original de Adán y Eva había manchado a la humanidad en su totalidad, que sólo podía ser redimido por Jesús, y que el Hijo de Dios resucitó al tercer día, subiendo a los cielos posteriormente y de donde regresará el Día del Juicio Final.
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