Eduardo Toda era viajero por excelencia siendo su profesión la de diplomático. Después de despachar en varias embajadas fue finalmente nombrado Cónsul General en 1884 partiendo entonces a Egipto. Trabó amistad con Maspero que por aquella época era director del servicio egipcio de antigüedades. Las excavaciones eran habituales y abundantes, por lo que Toda no tuvo demasiada dificultad en recorrer el país del Nilo observándolo todo. Como gran aficionado a la Arqueología, dibujaba, fotografiaba y tomaba apuntes constantemente, pero quizás su historia no habría quedado vinculada a las arenas del desierto si no fuera porque un día descubrió lo que luego resulto ser la tumba intacta de Sennedyem.
Sennedyem era un obrero de Deir el-Medina; su tumba contenía los sarcófagos de él mismo así como el de su esposa, el de su hijo Jonsu y de su nuera siendo de las pocas que se han encontrado intactas.
Escribió varios libros sobre el antíguo Egipto y poco antes de morir vendió los objetos que tenía en su poder de la ya mencionada tumba de Sennedyem al "Museo Arqueológico Nacional" de Madrid (España).
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