Los niños robados

Durante el franquismo (1939-1975) hubo muchos niños que nada más nacer fueron robados a sus madres, desde el mismo hospital donde habían nacido, para venderlos después a familias pudientes que pagaban por la transacción. Y lo peor de esta historia es que todo fue hecho a la luz del día por monjas, médicos, centros hospitalarios, registros, instituciones judiciales y un buen montón de gente. No hablamos de la España profunda llena de ignorancia y del ojo por ojo, si no de personas que estaban convencidas de estar haciendo el bien mientras se embolsaban todo el dinero posible.

Todo era relativamente sencillo: una mujer paría a su hijo y después una monja, una enfermera o el propio médico le decía que habían surgido complicaciones y que el crío había nacido muerto. Si la familia del difunto pedía el cuerpo para enterrarlo, se les daba una pequeña caja sellada, explicándoles que no era conveniente que vieran al pequeño por la impresión que seguramente les causaría. Los padres (o la madre, si era soltera) enterraba a su hijo y durante lustros llevaba flores a su tumba.

Muchos años después una de esas pequeñas tumbas fue abierta, posiblemente porque la familia quería trasladarlo o sencillamente porque una madre tenía serias dudas de que allí estuviera su hijo. No había nada más que un pequeño hatillo de ropa. Hubo médicos que incluso ante lo que se avecinaba como un gran escándalo de dimensiones desconocidas, alegaron que los niños tan pequeños... se evaporaban con el tiempo. A veces los corporativismos hacen el ridículo más absurdo.

Según datos posteriores a ese principio, parece que el reguero de niños robados del franquismo dura hasta 1991... cuando ya España era democrática, algo que resulta muy duro de creer.

Finalmente el número de niños robados está establecido en 200.000 (doscientos mil) críos, quitados a sus madres simplemente porque había matrimonios que querían un hijo, no podían concebirlo... pero sí comprarlo.

Y con una justicia tan lenta como la española, se está consintiendo que los culpables de todo aquello, mueran en sus casas y en sus camas, sin pagar por lo hecho.

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