A mediados del siglo XX se escuchaba -con demasiada frecuencia- lo que sigue:
Si te masturbas te quedarás ciego. Y eso valía tanto para chicos como para chicas.
Y esa frase persiguió tanto a niños pequeños como a adolescentes, hasta que todos llegaron a la edad adulta.
Luego, con el tiempo y posiblemente llenos de miedo todavía, muchos comprobaron que todo lo que contenía esa frase era la pura falacia de una iglesia (la católica, apostólica y romana), llena de miradas lascivas, que veían el pecado en todas partes... menos en su propia casa, claro.
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