Los manuscritos del Mar Muerto

Cualquiera de nosotros hemos escuchado o leído sobre los "rollos del Mar Muerto", una especie de añadido a la Biblia... aunque realmente no es así. Se les suele citar como pergaminos, cuando realmente hay también papiros entre lo hallado.

Su descubrimiento fue propiciado por un pastor beduino llamado Muhammad ed- Dhib, de la tribu Taamire a quien se le había perdido una oveja, y andaba buscándola por los riscos de una montaña. Esto ocurría en abril de 1947, en la orilla norte del Mar Muerto, en Israel. El pastor entró en una de las muchas cuevas que por allí había y a las que ninguno de los habitantes cercanos daba mayor valor; en ella encontró, envueltos en trapos y metidos en pequeños recipientes de barro, unos rollos... los manuscritos a que nos referimos.

A raíz de este descubrimiento que durante años se mantuvo en secreto, según los arqueólogos y científicos para no despertar la curiosidad de quienes enseguida planifican viajes orquestados de turistas, se iniciaron los trabajos de investigación en las cuevas cercanas, hasta la revisión de once de ellas de forma exhaustiva. El total de pergaminos encontrados fueron más de mil, añadiendo a éstos los miles de fragmentos que aún hoy se están intentando ubicar (se hallaron más de 15.000 pequeños trozos en una sola de las cuevas, algunos de ellos de menos de dos centímetros de diámetro).

Actualmente se han conseguido identificar y traducir casi 900 de los más de 1.000 completos.

Los manuscritos del Mar Muerto están escritos en varios idiomas, entre ellos el hebreo. Existen algunos de estos idiomas, desconocidos completamente en la actualidad, que aún no han conseguido ser descifrados.

En aquel tiempo (1947) el pastor y su tribu de beduinos, nómadas, quisieron vender sus hallazgos en un mercado muy habitual, y ofrecieron uno de los rollos encontrados a un comerciante árabe. Por aquel entonces la dominación británica en la zona era patente (sobre todo en Palestina), y por ello los beduinos pidieron 20 libras esterlinas por el pergamino; el comerciante lo miró y se negó a adquirirlo porque era muy caro y posiblemente falso; los señores del desierto entonces ofrecieron su mercancía a otro comerciante, esta vez sirio, quien dijo querer consultarlo con un compañero a lo que los beduinos accedieron; de una mano a otra fue pasando la oferta (que no el pergamino) hasta llegar a oídos del arzobispo sirio del Monasterio de San Marcos, de Jerusalén, Atanasio Samuel, quien finalmente compró cuatro de los pergaminos. Orgulloso mostró los rollos incluso al Colegio Bíblico y Arqueológico (considerados los más sabios en cuestiones antíguas), quienes dieron su opinión: eran demasiado recientes para ser buenos. El arzobispo quedó desilusionado. Corría enero de 1948.

En agosto de 1948 y estando el arzobispo de vacaciones se encontró con un amigo suyo que era médico (y judío), el doctor Brown, todo un erudito en pergaminos. Éste los observó y pidió permiso para consultar con el profesor Yehuda Magnes, presidente de la Universidad Hebrea quien, ante las fotografías mostradas las remitió a la Biblioteca Universitaria para que algún estudioso de la misma le ayudara a valorar los documentos. Poco tiempo después se presentaron en el monasterio del arzobisco dos funcionarios de la Biblioteca para ver "in situ" los pergaminos.

Y en este punto la ONU decide que el territorio que hasta entonces se llamaba Palestina debe ser fraccionado para dar cabida al futuro Estado de Israel. A partir de entonces árabes y judíos acentúan una contienda que hasta ese momento no era oficial. Y nuestro amigo, el arzobispo sirio tiene que huir... con sus cuatro pergaminos.

Eliezer Sukenik era profesor de la Universidad Hebrea. Solía ir al mercado de antigüedades donde en ocasiones encontraba, entre todo el batiburrillo de objetos inútiles, alguno que llamaba su atención. Y uno de esos días se le acercó un anticuario mostrándole el fragmento de un pergamino. Inmediatamente Sukenik reconoció el idioma en que estaba escrito: el mismo que figuraba en sarcófagos de la época asmonea, datados dos siglos antes del nacimiento de Cristo.

El anticuario se había dirigido al profesor porque unos beduinos le habían ofrecido tres pergaminos y dos vasijas de cerámica que los habían contenido que decían haber encontrado en una cueva. El hombre quería saber si valía la pena comprarlos. Sukenik le hizo prometer que se los vendería después a él y cuando los tuvo en su poder buscó al mejor "desenrrollador" de pergaminos de Jerusalén. Hay que aclarar que los pergaminos y los papiros estaban enrollados e introducidos en altas vasijas que los cubrían del polvo... pero no del tiempo, por lo que tenían que abrirse con la cautela necesario para que no se convirtieran en ínfimos fragmentos.

Mientras esta compra-reventa-desenrrollamiento se producía, el profesor fue informado de la también compra realizada por el arzobispo, datos que le llegaron por los funcionarios que se habían presentado en el monasterio. Ante los hechos el profesor supo enseguida que todos los pergaminos procedían de un mismo origen y quiso ir personalmente al encuentro del arzobispo pero las cosas no estaban para viajes peligrosos (recordemos que se estaba realizando la partición de Palestina para que pudiera nacer Israel). La situación se solucionó, en parte, puesto que un mediador, Anton Kirak, pudo finalmente reunirse con el profesor y éste visualizar los pergaminos del arzobispo. Todo hacía preveer que eran auténticos. Sukenik quiso comprarlos pero el dinero solicitado ascendía a una suma de la que él no disponía. Finalmente David Ben-Gurión, por aquel entonces Presidente de la Agencia Judía y que más tarde proclamaría el Estado de Israel, intervino reuniendo dicha cantidad.

Pero entonces el gobierno sirio, enterado de todas esas maniobras, prohibió la venta de dichos manuscritos hasta que la situación bélica se calmara y ellos pudieran comprobar por sus propios peritos el valor real de los pergaminos del arzobispo sirio. Pero resultaba que los sirios no disponían de peritos reconocidos por lo que enviaron los rollos a Estados Unidos.

El 11 de abril de 1948 el Colegio Norteamericano declaró que los pergaminos del Mar Muerto eran auténticos y los fecharon hacia el año 70 d.C.

Eliezer Sukenik nunca pudo adquirir los cuatro rollos del arzobispo sirio... pero sí lo hizo su hijo Yigael Yadin quien además consiguió comprar también lo que sería el octavo rollo. De esa forma la familia Sukenik consiguió tener en su poder los siguientes pergaminos:

Manual de Disciplina

Historias de los patriarcas

Salmos de agradecimientos

Comentario de Habacuc

Pergamino de la guerra entre los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas

Pergamino del Templo

Libro de Isaías (dos copias)

Todos ellos se encuentran actualmente en el "Museo del Libro", de Jerusalén.

De entre la ingente multitud de pequeños fragmentos, tanto de pergaminos como de papiros, en 1991 se consiguió, en Suiza, reconstruir trozos más grandes y datarlos entre dos siglos antes de Cristo, y no más allá del año 70 d.C., por lo que cualquiera puede decir que, año arriba o abajo, como mínimo tienen... dos mil años de antigüedad demostrables.

Los esenios eran una tribu de las muchas existentes entre los judíos de la época. Se cree provenían de un hijo ilegitímo de Moisés (Esén). Eran ascetas o lo que es lo mismo, con unas arraigadas costumbres religiosas que sobreponían a cualquier otra necesidad material o corporal. Vivían en las cuevas de Qumrán (donde se encontraros los manuscritos), aunque tenían un monasterio cercano donde solían reunirse, monasterio que está considerado el primero en la historia occidental.

Los manuscritos del Mar Muerto fueron escritos por los esenios, de ahí la breve explicación anterior.

Para entender en toda su amplitud el por qué se "escondieron" en dichas cuevas, habría que remontarse también a cuáles eran sus creencias. Sin ese punto dificilmente se pueden comprender algunas cosas. Basándose en los cinco primeros libros de la Biblia (el Pentateuco), creían en la venida del Apocalipsis, y que sólo era posible la salvación siguiendo a rajatabla lo que en esos libros se decía. La meditación y el alejamiento individual en el desierto, conformaban parte de su "yo", por lo que actualmente se cree que tanto San Juan Bautista como Jesús de Nazaret pertenecieron en algún momento de sus vidas a esta especie de secta.

Entre los esenios existían tres estamentos sociales: los cohanim (sacerdotes), los levitas y por último el pueblo llano. Si alguien declaraba su deseo de ser inscrito en dicha tribu, se examinaba su pasado y se le tenía durante un tiempo en casi perpétuo ayuno para su iniciación. Cuando se efectuaban las reuniones en los monasterios, los pretendientes eran también llamados y asistían a las mismas para que aprendieran de los más veteranos. Los esenitas eran muy tajantes en cuanto a recibir a los futuros ingresados, ya que se les examinaba -corporalmente hablando- con total meticulosidad por si presentaban alguna tara física; en caso afirmativo eran rechazados.

Pero volvamos a los rollos del Mar Muerto, base de esta historia. Ya sabemos quiénes los escribieron (los esenios), para qué (porque eran sus normas, sus leyes), pero ¿por qué los enterraron introduciéndolos en vasijas?. Sencillamente porque cuando un pergamino o un papiro envejecía y había que crear uno nuevo, el primero, si en él constaba el nombre de Dios, no se podía destruir, si no que había que enterrarlo. En ocasiones las cosas son mucho más simples de lo que pensamos. Con esta explicación podríamos quedar convencidos... pero posiblemente haríamos mal.

Los esenios fueron invadidos en varias ocasiones, la última posiblemente hacia el año 70 d.C. Intentando salvaguardar sus creencias, enterraron los documentos pensando que podrían volver a por ellos recuperándolos para sus descendientes... pero fueron aniquilados, y las vasijas que contenían los pergaminos quedaron durante siglos donde nadie sabía que estaban.

La grandeza de estos documentos es que fueron conservados y transmitidos de una forma totalmente pura, sin cambiar ni una coma de las enseñanzas de sus comienzos. Cosa muy distinta a lo ocurrido con la Biblia propiamente dicha que hoy conocemos, y que por los siglos de los siglos fue constantemente cambiada y modificada para darle más "credibilidad". Pero hay más.

Si como se ha podido demostrar los documentos del Mar Muerto datan de alrededor de doscientos años antes de nuestra era... Jesús de Nazaret no instituyó una nueva creencia, un nuevo pensamiento... si no que aplicó algo que proclamaban los descendientes de Esén, con lo cual se abre la incógnita de si el Nuevo Testamento no es más que una continuación (algo falseada) del Pentateuco puro ya que lo que predicó Jesús ya existe en estos manuscritos de Qumrán.

El tema da para mucho más, ya que en esas cuevas también fueron encontrados diversos artículos (vasijas, pequeños cofres, monedas...) que merecen algo más que unas líneas.




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