Tenía una peculiaridad personal que pocos conocen: nunca firmaba sus obras porque consideraba que no hacía falta ya que su estilo era lo suficientemente reconocible nada más mirarlas, para saber de quién eran.
El embajador francés Jean de Villers le encargó que hiciera una escultura sobre la Virgen y Jesucristo, éste último en posición muerto. Y nació "La Pietá".
Miguel Ángel quiso conocer de primera mano lo que opinaba la gente de la calle, así que se introdujo en un grupo que iba a visitar su escultura.
- Sin duda esta magnífica escultura no puede ser más que del milanés Gobbo.
Cuando escuchó esa frase de uno de los turistas, Miguel Ángel estalló lleno de ira y salió del recinto. Esa misma noche entró en la Basílica de San Pedro y grabó su nombre en la cinta que cruza el pecho de María.
La Pietá fue tallada entre los años 1498 y 1499... en mármol.
Y ahora un apunte más personal: hay una parte de esa escultura que suele pasar desapercibida ante el conjunto lleno de belleza... los labios de la Virgen. No pueden ser más hermosos, delicados y llenos de todo aquello que la imaginación quiera expresar de ellos.
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