En tiempos del descubrimiento de América fue nacimiento de muchos hijos que embarcaron y participaron en aquella aventura. Pero Barcarrota es mucho más que la de ser cuna de descubridores; su historia es tan importante que resulta inverosímil que sea tan desconocida.
Francisco de Peñaranda era un médico judío que por avatares del momento persecutorio, tuvo que aparentar haberse convertido al cristianismo, algo que en realidad no era cierto. Fueron muchos los que no creyeron en su conversión. Todo esto ocurría hacia el año 1500 cuando quien manejaba los designios de España era la Inquisición, quien a aquellos considerados herejes se les condenaba a los más atroces suplicios... y para ser castigado como hereje únicamente se necesitaba haber sido delatado a alguien afín a dicha Inquisición.
Peñaranda se sintió amenazado y una noche partió sobre un caballo y a galope tendido hacia Portugal, con la intención de regresar cuando las aguas se calmaran. Pero el destino es caprichoso y nunca hace lo que esperamos de él: el huido murió sin haber podido volver.
Poco antes de su precipitada huida escondió algunos libros... emparedándolos. El término emparedar es, por decirlo de forma sencilla, hacer un bocadillo en la pared -excavándola y haciendo un hueco- donde el jamón es una persona. Así que Peñaranda metió de esa forma algunos libros que para él eran muy importantes; entre ellos: Lazarillo de Tormes; La oración de la emparedada; El alboraique...
Lazarillo de Tormes tuvo su primera publicación en 1554, desconociéndose quién fue su autor.
Esos libros, al morir Peñaranda sin haber vuelto a rescatarlos, quedaron emparedados hasta... ¡¡¡ º1992 !!!, en que al derribarse un muro se encontraron envueltos en paja para preservarlos de la humedad.
Si alguien quiere más información al respecto, el siguiente enlace puede que le ayude:
Biblioteca de Barcarrota
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