La primera montaña rusa

Marcus A. Thompson (1848-1919) construyó un circuito contínuo sobre rieles en Coney (Nueva York, EE.UU). Era el año 1884.

Para amortizar los gastos de maquinaria y montaje, Thompson ideó el cobrar cinco centavos a cada persona que quisiera subir a su artilugio; en apenas una semana el inventor recuperó todo el montante de su inversión.

Le llovían ofertas de todas partes del mundo para comprar su invento por lo que Thompson contrató a un ingeniero llamado John MIller quien dió la seguridad que necesitaba todo el conjunto, sobre todo debido al ingente número de personas que hacían cola para disfrutar de lo que se conoció como montaña rusa.

El nombre sobrevino porque la emperatriz rusa Catalina la Grande, esposa del zar Pedro III, se aburría con la corte que la rodeaba; entonces descubrió que le servía de distracción el lanzarse montada en un pequeño cajón que hacía las veces de trineo, en tiempo invernal, por la ladera de una pequeña montaña que había frente al palacio imperial. En verano y para poder seguir disfrutando del juego, ordenó que al cajón se le pusieran ruedas. La zarina llamó a su entretenimiento "montaña rusa". Pronto la gente reconoció similitud entre el pasatiempo de la emperatriz y el invento de Thompson.

La primera montaña rusa oficial tenía 29 kilómetros de largo, y la utilizaron 35.000 personas en su primer año. Se llamó Mauch Chunk Switchback Railway.

Aunque a Thompson se le considera el inventor de la montaña rusa, no lo es ya que la misma ya figura en los anales de la historia desde el siglo XVII.



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